
El 11 de mayo en Zaragoza se anunció un avance significativo en la lucha contra los incendios forestales, con la puesta en funcionamiento de diez estaciones de secado en diversas áreas del Gobierno de Aragón. Estas instalaciones son vitales para evaluar la humedad de la vegetación que puede servir como combustible, y permitirán una mejor valoración de los riesgos de incendios en la región.
Las primeras de estas estaciones —denominadas coloquialmente "estufas"— vieron la luz en Alcañiz en 2007 y en Teruel en 2012. El año pasado se incorporó una más en Mora de Rubielos y en 2025 se sumaron siete nuevas estaciones en distintos puntos, desde donde ya están recolectando información fundamental.
Estas estaciones tienen la capacidad de secar muestras de vegetación, específicamente de ramas y ramitas de hasta seis milímetros de grosor, conocidas como combustible forestal vivo ligero. En este proceso, se analizan diversas especies representativas de la flora aragonesa, incluyendo romero, aliaga, brecina, sabina, enebro y diferentes tipos de pinos.
La cantidad de humedad presente en el combustible forestal vivo es un indicador crucial para la propagación y el desarrollo de incendios forestales. Esta biomasa puede arder más o menos eficientemente en función de su contenido de humedad, lo que afecta directamente la velocidad e intensidad de las llamas, como explica Rafael Fuentetaja, Jefe de Sección de Planificación Preventiva de Incendios Forestales.
Fuentetaja aclara que, a pesar de la relevancia de estos datos, los actuales índices de peligro de incendios se basan principalmente en variables meteorológicas, debido a la complejidad de integrar adecuadamente los parámetros que evalúan la humedad de la vegetación en todo el territorio.
El objetivo es poder incluir esta información sobre la humedad del combustible vivo en el sistema de predicción del Nivel de Alerta por Peligro de Incendios Forestales (NAPIF), que se considera fundamental para anticiparse a posibles emergencias.
La humedad de la vegetación varía no solo según las condiciones climáticas, sino que también depende de la respuesta específica de cada especie a la lluvia y al estrés por sequedad. Cada especie tiene su propio ciclo que afecta cómo gana y pierde humedad a lo largo del año.
Gracias a un seguimiento continuo, se han recopilado más de 7.400 registros de humedad provenientes de 15 especies diferentes en varias localidades como Valderrobres, Alcorisa, Albarracín, Villel y Olba. El romero ha destacado por su variabilidad y presencia en la región, convirtiéndose en una especie clave para esta investigación.
En general, los matorrales exhiben cambios más rápidos y pronunciados en su contenido de humedad en comparación con las especies arbóreas, que suelen mantener sus niveles de humedad más estables gracias a su mayor tamaño y sistema radicular. Por otro lado, especies como el brezo y la aliaga sufren variaciones significativas en épocas de floración.
Durante los meses de mayo a agosto, cuando estas fluctuaciones son más notables, se requiere un monitoreo intensivo para anticipar mejor la disponibilidad de combustible en caso de un incendio. Las recientes lluvias de primavera están contribuyendo a un incremento en los niveles de humedad del combustible forestal, especialmente en los matorrales más vulnerables.
Esta disponibilidad de mayor humedad actúa como un aliado natural contra los incendios, ya que disminuye las posibilidades de ignición y ralentiza la propagación del fuego. Si estas condiciones se mantienen, el próximo verano podría presentar un riesgo de incendios mucho menor que el de años anteriores marcados por la sequedad.
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