La formación de la Santa Junta de las Comunidades de Aragón fue un proceso que estuvo precedido por una serie de acontecimientos en la región. En el siglo XV, el reino de Aragón se encontraba en una situación de crisis debido a diversos factores, como las tensiones entre la Corona y la nobleza, la presión fiscal y las disputas territoriales.
La situación empeoró con la llegada de Fernando el Católico al trono en 1479, quien impulsó una política centralizadora que limitaba las libertades y privilegios de los aragoneses. Esta situación generó un descontento generalizado en la población, especialmente entre las elites urbanas y rurales.
En 1520, estalló en Castilla la Revuelta de los Comuneros, un movimiento que buscaba limitar el poder real y defender los derechos de las ciudades. Esta revuelta tuvo un impacto significativo en Aragón, donde la población veía con simpatía las demandas de los comuneros castellanos.
El descontento en Aragón se agudizó tras la entrada de las tropas del emperador Carlos V en el reino, en su camino hacia Barcelona. La población aragonesa percibió esta presencia como una amenaza a sus libertades y autonomía, lo que llevó a la formación de la Santa Junta de las Comunidades de Aragón en 1521.
La Santa Junta de las Comunidades de Aragón fue un órgano de gobierno surgido de forma espontánea en medio de la crisis política que vivía el reino. Estaba formada por representantes de las ciudades y los estamentos sociales aragoneses, con el objetivo de hacer frente a las pretensiones centralizadoras del emperador y defender las libertades del reino.
La Junta estableció su sede en Zaragoza y adoptó medidas para organizar la resistencia contra las tropas imperiales. Se formaron milicias populares, se recaudaron impuestos para financiar la defensa y se buscaron alianzas con otros territorios en conflicto con Carlos V.
La Santa Junta de las Comunidades de Aragón enfrentó importantes desafíos durante su existencia, como los intentos de sofocar la rebelión por parte de las tropas imperiales y el cuestionamiento de su legitimidad por parte de la Corona. Sin embargo, la Junta logró resistir gracias al apoyo popular y a la determinación de sus miembros.
La lucha por la autonomía de Aragón se convirtió en un símbolo de resistencia frente al poder centralizado del emperador. La Junta defendía la vigencia de las leyes forales y los privilegios del reino, rechazando cualquier intento de imposición de medidas fiscales o administrativas desde fuera.
Aunque la Santa Junta de las Comunidades de Aragón fue finalmente derrotada por las tropas imperiales en 1522, su legado perduró en la memoria colectiva de los aragoneses. Su lucha por la autonomía y la defensa de los derechos del reino sentaron las bases para futuras reivindicaciones y movimientos de resistencia en la historia de Aragón.
La experiencia de la Junta también influyó en la configuración del imaginario político aragonés, alimentando el sentimiento de identidad regional y la valoración de la historia y las tradiciones del reino. A través de su ejemplo, la Junta demostró la importancia de la participación ciudadana y la defensa de los valores democráticos en momentos de crisis política.